Cuenta tu historia

No permitas que tu historia se pierda en el olvido.

Mis padres y abuelos huyeron de la Segunda Guerra Mundial, y llegaron a Venezuela como refugiados en un barco en 1950. Desde pequeña escuché sus recuerdos, como eterna letanías. Supe de su travesía por toda Europa, huyendo de bombardeos y comunismo, de sangre y hambre. Nunca pensé en el verdadero impacto de sus relatos, sobre todo cuando era adolescente. La verdad es que, en aquel momento, no me interesaban mucho. Pero estaban ahí, en algún lugar de la memoria, con el riesgo de que se perdieran.

Los momentos que nos cambian la vida vienen con lecciones incorporadas, nos gusten o no. Tuve que emigrar con mi familia y huir de mi patria, tal como lo habían hecho mis antepasados.

En esos finales y comienzos, me aventuré a escribir en un diario personal buscando respuestas a los acontecimientos que nos habían traído a Canadá. Escribí sin foco, más bien dejando que mi mano me llevara a esos lugares insondables de mi mente. Escribí más como catarsis y sanación que otra cosa. Y entonces, sucedió: las memorias que mis viejos comenzaron a asomarse en mis apuntes. Eran cada vez más claros, casi inmediatos. Las oraciones estaban plagadas de las mismas palabras que tanto repetían mis abuelas y en los silencios de mis abuelos.

Luego, atendí clases de escritura porque no sabía qué hacer con barullo de recuerdos. Me ayudaron a organizar las ideas, los personajes, las descripciones…me ayudaron a hacer mis textos más legibles. Aun estoy editando mis textos y espero compartirlos con ustedes muy pronto.

El primer párrafo de La hija de los inmigrantes se lee así: Escribí este libro porque está prohibido olvidar…me di cuenta que todo aquello que me contaron mis abuelos me ayudó a digerir mi propio proceso de inmigración sin regurgitarlo, a surcarlo de una forma más benévola conmigo y con mis lecciones.

Así que, cuenta tu historia, tus decepciones, tus descubrimientos, tus logros, tus amores, tus travesías…serán mapa y brújula para quienes vendrán después…

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